CANTO:
ILUMÍNAME, SEÑOR.
1.– Ilumíname, Señor, con tu Espíritu; transfórmame, Señor, con tu Espíritu. Ilumíname, Señor, con tu Espíritu. Ilumíname y transfórmame, Señor.
Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor. Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor.
2.– Resucítame, Señor, con tu Espíritu: conviérteme, Señor, con tu
Espíritu. Resucítame, Señor, con tu
Espíritu. Resucítame y conviérteme, Señor.
3.– Fortaléceme, Señor, con tu Espíritu. Consuélame, Señor, con tu
Espíritu. Fortaléceme, Señor, con tu
Espíritu. Fortaléceme y consuélame, Señor.
INTRODUCCIÓN:
Bienvenidos a este encuentro de oración, en esta Vigilia de Pentecostés, con la que clausuramos las fiestas de Pascua.
Tras 40 días de camino cuaresmal que han desembocado en la celebración del Triduo pascual, con el que inauguramos los 50 días en honor de Cristo resucitado, ahora abrimos el corazón, con el deseo de vivir personal y comunitariamente, un renovado Pentecostés.
Pidamos la venida del Espíritu Santo sobre nuestra familia, amigos, conocidos y sobre nosotros.
Pidamos la
venida del Espíritu Santo y que derrame
sobre nosotros sus siete dones.
PRIMERA MEDITACIÓN: ¿Qué sucedió el día de
Penrtecostés? 731-732; 738
Dice el
Catecismo: “En Pentecostés, cincuenta días
después de su Resurrección, Jesucristo glorificado infunde su Espíritu
en abundancia y lo manifiesta como
Persona divina, de modo que la Trinidad Santa queda plenamente
revelada. La misión de Cristo y
del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia, enviada para anunciar y difundir el misterio de la
comunión trinitaria.
«Hemos visto la
verdadera Luz, hemos recibido el
Espíritu celestial, hemos
encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque
Ella nos ha salvado» (Liturgia
bizantina. Tropario de las vísperas de Pentecostés).
CANTO PARA PEDIR EL
ESPÍRITU SANTO (varias
veces)
¡OH, SEÑOR, ENVÍA TU
ESPÍRITU, QUE RENUEVE LA FAZ
DE LA TIERRA!
¡Oh, Señor, que mi alma te bendiga!
¡Oh, Dios, Tú eres grande, vestido de esplendor y belleza!
¡OH, SEÑOR, ENVÍA TU
ESPÍRITU, QUE RENUEVE LA FAZ DE LA TIERRA!
SECUENCIA DEL ESPÍRITU SANTO.
Invocamos
al Espíritu Santo con este precioso Himno al Espíritu Santo:
2.-Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las
lágrimas y reconforta en los duelos.
3.-Entra hasta el
fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del
hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del
pecado, cuando no envías tu aliento.
4.-Riega la tierra en
sequía, sana el corazón enfermo, lava
las manchas, infunde calor de
vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
5.-Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
ES UNA SECUENCIA:
Tiene su
origen en el siglo IX, es una estructura litúrgico musical, que surge
como la prolongación del Aleluya. Por ser de tono festivo se llamaron inicialmente jubilus, y más tarde sequentia.
En la liturgia católica de rito romano se
conservan cuatro secuencias: la de
Pascua, Victimae
paschali laudes; la de Pentecostés, Veni, Sancte Spiritus; la del
Corpus Christi, Lauda Sion
Salvatorem, compuesta por Tomás de Aquino; y la muy
conocida de la Misa de Difuntos, Dies irae.
La
Secuencia de Pentecostés tiene las siguientes partes:
La
riqueza del texto se halla en la variedad de imágenes que despliega para comunicar la multiforme y
misteriosa acción del Espíritu Santo.
1.-Ven, Espíritu
divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del
mayor consuelo.
¡Ven! ¡Ven Espíritu Santo! Ese es el grito de quien está convencido de su necesidad y confía en su deseo de comunicarse.
El
viene a quienes se sienten en oscuridad y pobreza. Viene desde el cielo como
luz que penetra las almas.
Es, como Dios-Amor, Padre amoroso de quienes se saben pobres.
El Espíritu Santo es el don por excelencia que, al darse, nos comunica espléndidamente sus dones espirituales.
Es
Consolador, fuente, origen, del mayor de los consuelos. Él es
persona divina capaz de hacer desaparecer de nuestro corazón las tristezas y
aflicciones.
2.-Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas
de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y
reconforta en los duelos.
El Espíritu es huésped del alma, somos templo suyo, él habita en nosotros. Un huésped dulce, amoroso.
El
Espíritu Santo es Señor, no es sólo huésped sino dueño y a quien hemos de
reconocer precisamente como nuestro Señor. Nuestro interior, nuestra
alma, es su propio hogar.
Él es, desde nuestro interior, quien hace realidad las palabras de Jesús: “los que estén cansados y agobiados, vengan a mí y encontrarán su descanso”; sí, él es descanso y tregua. Cuando el fuego de la ira se hace presente, él es brisa suave que calma y pacifica.
También es gozo que transforma las lágrimas en cantos y los duelos en esperanza y fortaleza.
3.-Entra hasta el fondo del alma, divina luz y
enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no
envías tu aliento.
La súplica “ven”, se transforma ahora en “entra, enriquécenos y mira”.
El Espíritu no entra si no le invitamos con la súplica ferviente y el deseo confiado.
Su entrada no es superficial sino hasta el fondo del alma. Ahí, como luz divina, nos llena de las riquezas de Dios, de la riqueza que es Dios mismo. Sin su presencia, el ser humano está vacío de lo fundamental, no puede sentirse más que vacío.
Pero el vacío no es un vacío físico sino existencial, vacío de Dios; no es precisamente la nada sino la presencia del pecado con su poder desintegrador y destructor, con su paga de muerte. Por eso, le pedimos al Espíritu que envíe su aliento, es decir, su soplo de vida eterna, que destruye el poder del pecado y convierte el vacío en paraíso, en luz y riqueza.
En la medida que nuestra comunión con el Espíritu y, por tanto, con el Padre y el Hijo, va creciendo se intensifica la integración de todas nuestras fuerzas y capacidades personales, unidas en una misma dirección.
4.-Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Seis verbos, en forma de súplica, recorren esta estrofa: riega, sana, lava, infunde, doma y guía.
El Espíritu es agua que da fecundidad a la tierra reseca. El agua también limpia y, en este caso, la súplica del himno pide: “lava las manchas”, las manchas del pecado.
Este corazón enfermo ha de ser sanado por el Espíritu divino. Un corazón también frío, insensible ante el amor de Dios y el sufrimiento de Cristo y de las personas, que necesita calor de vida divina y haga crecer semillas de amor.
Un corazón, además, de espíritu indómito, salvaje, que necesita ser domesticado por un Espíritu más fuerte, capaz de poner todas sus pasiones en orden y concierto. También el Espíritu es guía espiritual que endereza nuestros senderos cuando andan torcidos y extraviados.
5.-Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Los siete dones del Espíritu Santo, afirma el Catecismo de la Iglesia católica, “son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas” (1830-1831). Sólo los esfuerzos que van movidos por la gracia de Dios, por la inspiración del Espíritu, y acompañados de ella, son útiles para nuestra santificación y el crecimiento de la Iglesia. Igualmente, quien nos salva es el Señor; el himno pide la salvación para quien busca salvarse: la salvación viene de Dios pero el ser humano ha de desearla y buscarla libremente.
Concluye la secuencia pidiéndole
al Espíritu Santo que nos dé su gozo eterno. Un gozo que empieza ya aquí a ser
“eterno” porque es participación de la alegría eterna que es Dios y que perdurará,
por supuesto, por toda la eternidad. Ojalá crezcas este Pentecostés en ese
gozo.
REZAMOS DE NUEVO LA SECUENCIA AL ESPÍRITU SANTO.
SILENCIO.
EL CARDENAL VERDIER
HOY NOS LLEVA AL ESPÍRITU SANTO.
Oramos al Espíritu Santo esta bella oración del Cardenal Verdier:
“Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y del Hijo.
Espíritu Santo, dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar dirección al progresar y perfección al acabar. Amén”.
PETICIONES
AL ESPÍRITU SANTO:
Jesús dijo: “Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre” (Juan 14:16). Por lo tanto, orar al Espíritu Santo es una forma especial de acoger a Dios en nuestros corazones, para que Él pueda hacer su trabajo allí.
(Salimos al micrófono voluntariamente y hacemos peticiones. Siempre comenzamos VEN, ESPÍRITU SANTO…
GESTO
PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.
Saldrán siete personas, cada una de ellas con un cartel y, tras leer su contenido, lo dejarán al pie de la mesa donde está la Palabra de Dios rodeada de las siete velas.
Tras la lectura de cada cartel, tomará una de las velas, dirá uno de los siete dones del Espíritu Santo y pondrá la luz debajo del Cirio Pascual.
Después de
cada presentación del cartel entonamos esta antífona de la canción: ¡Oh, Señor, envía tu Espíritu! ¡Oh, Señor, envía tu Espíritu! ¡Oh, Señor, envía tu Espíritu!
¡Oh, Oh, Señor.
1.-CARTEL 1: SABIDURÍA.
Danos, Espíritu Santo, Tú que eres la Luz, el don de la Sabiduría, para que aprecie tu amor y no nos apeguemos a las cosas terrenas.
2.-CARTEL 2: ENTENDIMIENTO.
Danos, Espíritu Santo, el don del Entendimiento, para que vivamos tu proyecto de salvación y de felicidad en un mundo que se aleja tanto de Ti .
3.-CARTEL 3: CONSEJO.
Danos, Espíritu Santo, el don del Consejo para que pongamos los medios más eficaces para aconsejar bien a los demás y no encaminarlos por el camino del mal.
4.-CARTEL 4: FORTALEZA.
Danos, Espíritu Santo, el don de la fortaleza para que podamos vencer todas las dificultades y obstáculo que encontremos en el camino.
5.-CARTEL 5: CIENCIA.
Danos, Espíritu Santo, el don de la Ciencia para que podamos discernir el bien del mal, lo falso y lo verdadero, en un mundo donde crece la indiferencia y el relativismo.
6.-CARTEL 6: PIEDAD.
Danos, Espíritu Santo, el don de la Piedad para que vivamos con autenticidad el mensaje de Jesús y ejercitemos la caridad, creciendo en la fe y la esperanza.
7.-CARTEL 7: TEMOR DE DIOS.
Danos, Espíritu Santo, el don del temor
de Dios, para que amemos tanto a Dios que no
queramos defraudarlo nunca, llevando una vida auténtica y podamos
ejercitar sus mandamientos.
SILENCIO
LETANIAS AL ESPIRITU SANTO
Oración:
LISTA DE VÍDEOS PARA ORAR CON LOS SALMOS
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